17 de diciembre de 2012

De óxido y hueso

Jacques Audiard
Jacques Audiard es otro de esos directores-autores que hacen enloquecer a jurados festivaleros, académicos-concede-premios, críticos a la violeta y público à la page. Lo malo es que este señor, al defecto de ser director de cine añade el defecto de ser francés, con lo que a su natural  arrogancia y prepotencia añade la pretenciosidad y la vacuidad propias de la actual cultura gala, características que unidas a un amor desmedido por los lugares comunes convierten sus películas en plúmbeos y soporíferos mamotretos a los que ni siquiera el abuso de la truculencia consigue dar el menor interés. De óxido y hueso sigue casi milimétricamente el esquema habitual (tanto en lo formal como en lo que podríamos llamar lo ideológico) de sus anteriores filmes: está construido sobre un guión de muy descuidado lenguaje, más atento a los golpes de efecto que a una articulación lógica del desarrollo argumental; el exceso de prurito autoral le lleva a filmar, en un esfuerzo por ser, imagino, original, cámara en mano (¡a estas alturas!) lo que unido al abuso de primerísimos planos da como resultado unas imágenes sucias y confusas; para peor, el señor Audiard  llega al extremo de utilizar el ralentí en algunas secuencias como las del show con las orcas (sencillamente vergonzoso) o las de las peleas del protagonista, (de un ofensivo primitivismo sintáctico) manierismo sonrojante  que, naturalmente, no añade nada al desarrollo de la acción pero hace bonito. Sus personajes son inadaptados de manual y actúan siguiendo normas de conducta de manual, convertidos en tristes marionetas que se mueven como artefactos de atrezzo  y dejan claro que Audiard y su guionista conocen ese mundo de la marginación social sólo de referencias (posiblemente de alguna de esas películas que él asegura no haber visto) lo que, sin embargo, no les impide pontificar con una suerte de moralismo de melodrama barato en escenas de calculada violencia tras las que es posible entrever la cínica sonrisa de quien ya calcula los dividendos de esta inversión. Con todo, ni

siquiera eso es lo peor, ya que la falta de concreción a la hora de decidir qué quiere contar (y cómo quiere contarlo) hace que las historias que forman esta historia no acaben de imbricarse entre sí, dando la impresión de que guionista y director saltan de una a otra al impulso de caprichos personales más que de necesidades narrativas, con lo que ni estamos ante una romántica historia de amor, ni ante una peripecia de superación personal ni ante un drama social, sino ante un potaje de ideas sin digerir que acaban en un final tan chapucero como falto de valor, con esas lagrimitas que redimen (se supone) al protagonista de no se sabe qué pecados: ¿haber sido malo con su hermana?, ¿indiferente con su pareja?, ¿mal padre? Escoja usted mismo porque no es que estemos ante un final abierto, es que estamos ante un final sin definición, absurdo y, desde luego, nada convincente. Se salva del naufragio la prodigiosa interpretación de Marion Cotillard, verdadero recital de matices expresivos. Lástima que ni siquiera eso compense las dos interminables horas que dura el invento.


 
 
Ficha:
Título original: De rouille et d'os
Año de producción: 2012
Duración: 120 min.
País: Francia
Dirección: Jacques Audiard
Guión: Jacques Audiard, Thomas Bidegain
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Stéphane Fontainei
Reparto: Marion Cotillard, 
                   Matthias Schoenaerts, 
                   Céline Sallette, 
                   Bouli Lanners, Alex Martin, 
                   Corinne Masiero, Tibo Vandenborre
Género: Drama