20 de junio de 2012

La soga

Alfred Hitchcock.
He aquí un verdadero banquete cinematográfico: una joya salida de la cocina de uno de los más grandes directores que ha dado el cine, un plato consistente que se saborea con fruición y que deja ese regusto inolvidable que sólo proporcionan las obras maestras.  Adaptación de Rope  una obra escrita en 1929 para el teatro por Patrick Hamilton, narra un suceso basado en un hecho real y tiene la particularidad de desarrollarse al mismo tiempo que la acción, eso que ahora  se llama en tiempo real, algo así como el ideal de las tres unidades aristotélicas del teatro clásico. Hitchcock hizo suyo el desafío de rodarla acatando esa particularidad y el resultado fue una obra de una originalidad cautivadora y una lección de cómo llevar teatro al cine respetando la esencia de ambos medios. Y una lección de cine, claro. Desde luego, está en primer lugar ese espectacular tour de force del plano único (no lo es, en sentido estricto: hay varios cortes, obligados por los medios  tecnológicos con los que se contaba entonces, cortes resueltos con habilidad pero perceptibles,) tour de force  que sigue teniendo subyugados a críticos y aficionados en general, aunque el propio Hitchcock, en sus conversaciones con Truffaut  llegó a decir: “Actualmente, cuando pienso en ella, [en la idea de rodar La soga en único plano] me doy cuenta de que era completamente estúpido porque rompía con todas mis tradiciones y renegaba de mis teorías sobre la fragmentación del film y las posibilidades del montaje para contar visualmente una historia.”  Naturalmente, la idea es cualquier cosa menos estúpida y desde luego no rompe con ninguna tradición hitchcockiana ni traiciona ideario alguno, ya se cuidó de ello el propio Hitchcock, como revela en la misma conversación cuando añade: “(…) rodé la película teniendo en cuenta un montaje previo; los movimientos de la cámara y los movimientos de los actores reconstituían exactamente mi manera habitual de planificar.” 
Naturalmente. Por lo demás, sólo hay que ver la película para darse cuenta de que estamos ante un hitchcock en estado puro: el control del tempo narrativo crea uno de esos perturbadores crescendi tan caros a Hitchcock (una película debe comenzar con una explosión y a partir de ahí ir subiendo, frase  atribuida  a Cecil  B. de Mille, a Samuel Fuller, o al propio Hitchcock), crescendo que acaba con una de las escenas más ásperas, visualmente hablando, y  en la que la descarga de la tensión acumulada es de una intensidad abrumadora; la mirada de bisturí sobre los personajes desnudándolos para mostrarlos en carne viva sin una pizca siquiera de compasión; la milimétrica planificación en la composición de ese plano único y en el que los movimientos de los personajes crean una casi insoportable sensación de ansiedad conformando una de las películas más seductoras del director. Pero no es sólo que consiga controlar ese, si se me permite decirlo así, montaje sobre la marcha con tal pericia que no sólo no se nota el origen teatral de la historia sino que parece escrita pensando en su conversión en imágenes. Lo más fascinante de esta película es el uso de la cámara: esa  exacerbada subjetividad que convierte al simple espectador en actor-espectador y le permite moverse  entre los personajes de la historia siguiendo sus movimientos, lo que origina una insólita (para el caso de que se trata) relación de empatía con los dos protagonistas y casi consiguiendo que resulte enojoso el buenazo de James Stewart. Extraordinaria la actuación de  Stewart y la excelente Edith Evanson;  John Dall y Farley Granger cumplen en una interpretación medida aunque quizá un tanto forzada en el caso de Granger.  Hay además múltiples matices que enriquecen esta película: desde la relación sutilmente  homoerótica de los dos protagonistas, lo que llevó a que en EEUU muchas ciudades la  censuraran (y a que en España se prohibiera), hasta las referencias a la teoría nietzscheana del superhombre , idea- base sobre la que se asienta el argumento, aunque sea para rechazarla, claro.… Crítico ha habido que ha dicho que  la misoginia de Hitchcock se manifiesta en la poca importancia de los papeles femeninos de esta historia, quizá olvidando que se trata de una historia de la que el director no es autor…  No importa: lo que realmente queda es el placer de disfrutar de una verdadera obra maestra. Y un último dato para los coleccionistas de curiosidades: esta es la primera película en color dirigida por Alfred Hitchcock.

Ficha:
Título original: Rope
Año de producción: 1948
Duración: 80 min.
País: USA
Dirección: Alfred Hitchcock
Guión: Arthur Laurents & Hume Cronyn
Música: Leo F. Forbstein
Fotografía: Joseph Valentine & William V. Skall
Reparto: James Stewart, John Dall, 
                 Farley Granger, Cedric Hardwicke, 
                 Joan Chandler, Douglas Dick,
                 Constance Collier, Dick Hogan, 
                  Edith Evanson
Género: Intriga