22 de mayo de 2012

Yogur en gelatina

Actualmente consideramos que el postre es un plato de dulce (aunque también debamos incluir la fruta y los quesos en este apartado) que se sirve al final de la comida y con el cual se cierra esta adecuadamente. Se dice que fueron, cómo no, los franceses quienes hacia 1800 inventaron el postre y la palabra para designarlo: dessert un derivado del verbo desservirquitar la mesa. (Esto es un buen ejemplo de eso que se llama chauvinismo, algo realmente muy francés, puesto que esa palabra es válida sólo en ese idioma; por ejemplo, la designación española no es menos significativa:  postre viene del latín poster que significa lo último.) Sin embargo, y dejando aparte la habilidad francesa para apropiarse de ideas ajenas (y para la cocina, claro que sí), la historia de los postres tuvo que empezar mucho antes; tanto en la Biblia como en el Corán hay numerosas citas en las que se habla de miel y frutos secos, combinaciones que aún hoy dan lugar a ricos postres, por lo que parece lógico pensar que ya en los tiempos más remotos se seguía esta dulce costumbre, y sabemos que en la Grecia clásica se preparaban tortas con harina mezclada con frutas y miel. Otro ejemplo: hay referencias al manjar blanco, aunque con otros nombres, en De agricultura de Catón el Viejo, (siglo II a. C.) Sea como fuere, está claro que el mundo de los postres es una de las especialidades gastronómicas donde más gratificante es dejarse llevar por la imaginación: la combinación de sabores, aromas, colores… (y, sí, tranquilos los adeptos/adictos a la cocina molecular, también las texturas) dan tanto juego que es difícil sustraerse a su hechizo. Así que vamos con un postre: sencillo de preparar, elegante en su presentación de una sobriedad casi zen, nutritivo y además rico. (¡Y sin azúcar!)

Ingredientes
2 sobres de gelatina neutra
100 ml. de agua
½ litro de yogur natural sin azúcar (4 envases)
400 gr de leche evaporada
La  piel rallada de un limón

Ponemos los yogures en un bol y los mezclamos bien con la ralladura de la piel del limón. Reservamos. Disolvemos en otro bol la gelatina en el agua fría y reservamos. Ponemos la leche al fuego y calentamos sin dejar que hierva, la mezclamos con la gelatina cuando esté bien caliente y removemos hasta que esté perfectamente disuelta. Añadimos a los yogures y mezclamos todo muy bien. Si quedaran grumos puede utilizarse la batidora para conseguir una textura suave y homogénea. Vertemos en un molde apropiado y lo metemos en la nevera hasta que gelifique: un par de horas como mínimo. Desmolde con cuidado a la hora de servirlo, y buen provecho.
(Desmoldar los preparados de gelatina suele ser un problema. Una solución es usar moldes de silicona, que al ser flexibles permiten un desmoldado más fácil. O poner unos segundos en agua caliente, pero no demasiado, y desmoldar con  cuidado.)