19 de noviembre de 2011

Ratatouille

En su libro Cine o sardina cuenta Guillermo Cabrera Infante que siendo niños su madre les preguntaba a él y a su hermano si preferían “ir al cine o a comer con una frase festiva: ¿Cine o sardina?” Y aclara: “Nunca escogimos la sardina”. Pues bien, hoy nosotros nos libramos de semejante dilema porque vamos a hacer doblete: veremos una película (muy mala, eso sí) y comeremos una ratatouille. Y es que mencionar hoy día este pisto francés sin tropezar con el cine es imposible. Por lo tanto, y aunque iba a dejar aparte el invento made in Pixar, porque eso no es una película, es un mareo cargado de la barata moralina tan apreciada por el buenismo oficial estadounidense, y dado que se trata de uno de los filmes de animación más elogiados de todos los tiempos, (confieso mi perplejidad ante el aluvión de alabanzas recibidas por Ratatouille) y puesto que su argumento entra de lleno en el tema de esta bitácora… vale, hablaremos un poco de ella antes de pasar a la cocina.
 Seré breve: baste decir que Rataouille adolece de un guión lleno de todos los tópicos del género comedia-infantil-de-animación-con-animalitos. Que usa y abusa del truco típico para no decir nada pareciendo que se dice mucho: decirlo muy deprisa con el fin de no dejar al espectador que piense para que no se dé cuenta de que le están dando gato (o rata) por liebre. Eso sí, en ese aspecto, Ratatouille es un acierto: tiene el enloquecido ritmo convencional de las películas de acción de serie Z, aunque por lo menos en este caso no es sinónimo de dinamismo sino más bien de precipitación y confusión. Los personajes cubren toda la gama de los caracteres disneyanos sin que falte ninguno, como ese malísimo crítico gastronómico que es la viva imagen de la madrastra de Blancanieves… hasta que acaba convertido por el poder de esa ratatouille que da título al invento, elaborada entre el joven, inútil y encantador Linguini, su enamorada Colette y la rata Rémy, síntesis perfecta del amor, la amistad y la solidaridad y hasta de la convivencia. Y es que Pixar puede ser muy moderna en las formas, pero su ideología huele a naftalina, por decirlo suavemente… Por cierto que la receta de la tal ratatouille es lo mejor de la película, así que debemos felicitar al chef Thomas Kelle, autor de la idea. En lo que hace al dibujo, hay que congratularse de que los programadores de la casa hayan conseguido el software necesario para hacer posible ese perfecto sincretismo entre lo más moderno y lo más rancio del cine de animación.
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Ficha:
Título original: Ratatouille
Año de producción: 2007
Duración: 110 min.            
País: USA
Director: Brad Bird 
Guión: Brad Bird
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Animación
Reparto: Animación
Género: Animación




Cumplido el trámite, vayamos a lo que íbamos. Antes de ser una famosa película, la ratatouille ya era un plato típico de la Provenza francesa, más concretamente de la zona de Niza, (su nombre completo es ratatouille niçoise  y tiene su origen en el verbo touiller que significa ‘remover’, que es la operación que se realiza al elaborar este plato. Wikipedia dixit). Como casi todo el mundo sabe, consiste en una mezcla de varias hortalizas aderezadas con hierbas aromáticas y aceite de oliva que suelen preparase cocinándolas en sartén a fuego suave. Esta forma de hacer las hortalizas tiene su correspondencia en toda la región mediterránea, desde Turquía hasta España (o desde Cádiz a Estambul, como dice el clásico) con las lógicas variantes locales. Mi ratatouille parte de la receta básica ligeramente modificada: he añadido calabaza e hinojo, dos hortalizas que no están en la versión original, y he cambiado las hierbas provenzales por una picada de perejil, cilantro, yerbabuena y albahaca, pero he conservado el aroma de romero de la Provenza utilizando un aceite de oliva aromatizado con esta hierba.

Ingredientes para cuatro personas.


Un calabacín mediano
Una berenjena
Un pimiento verde
Un pimiento rojo
Dos tomates maduros pero no demasiado blandos
Una cebolla
200 gramos de calabaza limpia
1/2 bulbo de hinojo
Dos dientes de ajo
Albahaca
Yerbabuena
Perejil
Cilantro
Sal
Pimienta
Aceite de oliva aromatizado con romero

Comenzamos picando las hierbas, en proporción a su gusto, (pero no sea tacaño con ellas) y las reservamos. Lavamos, secamos y picamos todas las verduras en trozos no muy pequeños. Fileteamos los ajos y los freímos en la sartén con dos cucharadas de aceite a fuego muy suave. Cuando estén dorados vamos añadiendo las hortalizas cuidando de ponerlas según los tiempos de cocción, empezando por las que tardan más en hacerse (la cebolla, el hinojo, los pimientos…) para seguir con las que tardan menos (la calabaza, el tomate, la berenjena…) y acabar con el calabacín, regando cada vez con un poco de aceite pero cuidando que no quede muy aceitosa y removiendo con cuidado para que las verduras no queden aplastadas. Recuerde que las verduras deben quedar blandas y suaves, hágalas siempre a fuego lento. Cuando ya esté, salamos, añadimos la picada de hierbas y la pimienta y dejamos unos minutos más para que se mezclen bien todos los sabores.