27 de octubre de 2011

Niebla en el alma

Roy W. Baker
Es este un bocado agridulce, un plato del que hay que ir separando las partes menos apetitosas hasta llegar al relleno y ahí sí, ahí disfrutar del espléndido regalo que supone ver a Marilyn Monroe en su primer rol como protagonista tras las primeras apariciones en pequeños papeles, de los que pueden recordarse sus composiciones en La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, 1950) de John Huston, o Eva al desnudo ( All About Eve) de Joseph L. Mankiewicz, también de 1950, en los que ya interpreta la imagen de rubia desvalida con poco seso y mucho sexo que acabaría siendo su marca de fábrica a partir de Niágara, dirigida en 1953 por Henry Hathaway .
Niebla en el alma es una especie de raro ejemplar mezcla de thriller, suspense psicológico y melodrama dirigida por Roy Baker, un típico artesano que tuvo su momento de gloria con el Globo de Oro  en 1959 tras dirigir La última noche del Titanic  (A night to remember) y que acabó filmando algunos de los títulos de terror  que dieron fama a la Hammer antes de pasarse a la televisión. Rodada sobre un flojo guión de Daniel Taradash lleno de personajes tópicos al que tampoco Roy Baker consigue hacer levantar el vuelo limitándose a una dirección que no va más allá de lo meramente correcto, con algún que otro detalle que evoca vagamente a Hitchcock, (del que fue ayudante de dirección en  Alarma en el expreso, The Lady Vanishes, 1938) como en las escenas con el matrimonio Verna Felton - Don Beddoe y Marilyn Monroe en la habitación del hotel, pero también con escenan que chirrian, como esa absurda escena en la que Marilyn Monroe acaba cayendo al suelo en un forcejeo mal compuesto y peor filmado. Salvo algún desmayado chiste, alguna réplica (“¿Está casado?”. “Claro, ¿quién no?”. “¿Usted y su mujer discuten constantemente?”. ”Algunas veces ella duerme…” ) en una tópica conversación entre camarero y cliente-con-problemas, los diálogos sólo hacen añorar el buen cine de esos años. Richard Widmark y Anne Bancroft,  que debuta en el cine con esta película, tienen unos personajes tan canónicos de este tipo de historias que poco pueden hacer si no es salvar los muebles… Entonces, ¿qué tiene de extraordinario este film? Pues tiene a Marilyn Monroe y la más sorprendente y conmovedora interpretación de esta mujer. 

Aún hay quien sostiene que fuera de su salvaje atractivo sexual no había en ella nada que hiciera pensar en una actriz. Y sin embargo, basta contemplar su actuación en esta película para imaginar qué gran actriz dramática hubiera podido ser, esa que (curioso capicúa) se nos muestra en su última película (Vidas rebeldes, The Misfits, John Huston, 1961) si no se la hubiera encasillado en personajes frívolos, que por lo demás ella bordaba, y si su vida hubiera sido distinta. Es cierto que la composición del personaje de Nell Forbes tiene algún tic gestual, algún exceso que una buena dirección de actores hubiera podido corregir, pero su interpretación es riquísima en matices, emotiva casi siempre… Hasta llegar a esa secuencia donde, espléndidamente, da credibilidad a un final de melodramática trivialidad. En ese gesto de desvalimiento al agarrarse al dedo del policía hay toda una lección interpretativa, y un gesto que prefigura lo que habría de ser su propia existencia desde entonces.
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Ficha:
Título original: Don't Bother to Knock
Año de producción: 1952
Duración: 73 min.            
País: USA
Director: Roy Ward Baker
Guión: Daniel Taradash
Música:Lionel Newman
Fotografía: Lucien Ballard
Reparto: Richard Widmark, Marilyn Monroe
                     Anne Bancroft, Donna Corcoran
                      Jeanne Cagney, Lurene Tuttle
                      Elisha Cook Jr., Jim Backus
                      Verna Felton, Willis B. Bouhey
                      Don Beddoe
Género: Thriller, Drama

25 de octubre de 2011

Hojaldres de champiñones rellenos de jamón

El champiñón común (Agaricus bisporus) es una de las setas más utilizadas en la cocina debido a su facilidad de cultivo, lo que hace que se pueda disponer de ellos en cualquier momento del año. Tiene un sabor muy delicado, es de escaso rendimiento calórico y es relativamente rico en fibra, posee también una gran variedad de minerales, destacando el Selenio, Fósforo, Magnesio y Potasio, y pequeñas cantidades de vitamina A, C ,  B1 y D.
Puesto que los vamos a hacer rellenos, tendremos cuidad al comprarlos de que su superficie sea firme  y esté cerrado sin mostrar las laminillas, lo que indica que aún no ha llegado a su maduración con lo que su sabor será más delicado. En cuanto al tamaño, mejor si no son demasiado pequeños.

El hojaldre, aunque los franceses quieren hacer de Claude Lorrain  su involuntario inventor, parece que ya era conocido por griegos y árabes, y es posible que el uso más antiguo fuera la bstela árabe (o pastela) que ha dado en España los pasteles, tradicionalmente de hojaldre con rellenos variados. En la actualidad se emplea tanto en platos salados, como en postres o dulces. Si se está siguiendo una dieta para adelgazar conviene recordar que el hojaldre tiene un alto valor calórico.
La preparación de esta receta no es complicada, pero habrá que seguir con cuidado los pasos pata su elaboración. Por lo que hace al hojaldre, es posible comprarlo ya preparado y hay marcas que lo venden de buena calidad. Si prefiere elaborarlo usted mismo, le dejo una lista de sitios donde puede encontrar recetas para hacerlo.

Ingredientes para una docena de champiñones.
12 champiñones muy frescos de tamaño mediano
Una cebolleta tierna o dos si son pequeñas
Un puerro
Una rama de apio
Tres cucharadas de picadillo de jamón serrano
Tres cucharadas de cilantro fresco picado
Dos láminas de pasta de hojaldre de unos 40 cm de diámetro
Aceite de oliva
Un huevo
Pimienta
Comenzamos limpiando y lavando bien los champiñones para quitarles toda la tierra que puedan llevar adherida. Cortamos los tallos y los reservamos. Cortamos en juliana muy fina la cebolleta, el puerro (sólo lo blanco) y el apio y los pochamos a fuego lento con un poco de aceite de oliva. Mientras se va  haciendo, cortamos también en juliana fina los tallos de los champiñones que añadiremos al rehogado cuando ya casi esté. Vaciamos con cuidado los champiñones y añadimos los trozos que vamos sacando, también picados finos, al sofrito. 


Picamos  el cilantro y lo reservamos. Cuando tengamos hecho el sofrito, (debe de estar blando sin que se queme), le añadimos el jamón, mezclamos y apagamos el fuego, dejando reposar unos minutos. Ya fuera del fuego, añadimos el cilantro y la pimienta al gusto y procedemos entonces a rellenar los champiñones. Sobre una superficie lisa y limpia extendemos una de las láminas de hojaldre y colocamos sobre ella, bien espaciados, los champiñones rellenos y los tapamos con la otra lámina de hojaldre. Recortamos alrededor de cada champiñón, apretamos ligeramente los bordes de las dos láminas y los pintamos con el huevo batido. Precalentamos el horno a  220 grados y forramos una fuente de horno con papel para cocinar y sobre ella colocamos los champiñones. Los cocemos a horno moderado alrededor de 40 minutos, vigilando que no se quemen. No se ha añadido sal, ya que el jamón suele llevar suficiente, pero si lo desea puede poner a su gusto.
Nota. Las temperaturas y tiempos de cocción en el horno dependen mucho del tipo de horno (eléctrico, a gas, de convección…) así como de la “edad” del mismo y aún de la marca. Los tiempos y temperaturas indicados aquí son orientativos y deberá fiarse más de su propia experiencia con su horno.

Para hacer masa de hojaldre: comohacerpara   aprender gratis  Mujer de élite



22 de octubre de 2011

Dorada a las tres especias

La dorada es uno de los pescados más apreciados, aunque hay que distinguir entre la dorada pescada en el mar, conocida como salvaje y la de piscifactoría. Es claro que el sabor de las doradas salvajes es más delicado, pero el precio también es mucho más alto. Esta es una receta muy sencilla para hacer unos filetes de dorada y cuya única dificultad, mínima, es la preparación de la salsa, ya que el pescado lo haremos sencillamente a la plancha o, si se prefiere, a la parrilla.

Ingredientes para cuatro personas.
Cuatro doradas de ración en filetes. (Se puede pedir al pescadero que nos las prepare)
Un vaso de caldo de pescado
Una cebolla
Una patata pequeña
Una rama de apio
Pimienta en grano (siete u ocho granos)
Cominos (algo menos de media cucharadita)
Cardamomo (siete u ocho semillas de las que sólo utilizaremos los granos que hay en su interior)
Sal

Puede variar las cantidades de las especias en función del gusto personal. Recuerde, eso sí, que el comino tiene un sabor muy fuerte que puede tapar al resto de las especias. Comenzaremos lavando, picando y haciendo al vapor las verduras, para después triturarlas bien en la batidora y pasarlas por el chino o un colador. Se trata de conseguir una crema ligera. En una sartén, y a fuego suave, pondremos esta crema. Salamos y añadimos el caldo de pescado dejando reducir para que espese. Es mejor añadir el caldo poco a poco, según se vea si la salsa queda demasiado espesa. 
Se puede añadir también un par de cucharadas de nata, si se quiere. Machacamos las especias en el mortero hasta dejarlas bien molidas y las agregamos a la salsa cuando ya casi haya alcanzado el grado de consistencia deseado y dejamos unos minutos más removiendo bien para que se mezclen todos los sabores. Servir el pescado hecho a la plancha o la parrilla, como se prefiera, salseado y junto con unas cebollitas francesas al vapor como guarnición.

21 de octubre de 2011

Deliciosa Marta

Sandra Nettelbeck. Imagen tomada de zimbio.com
Sandra Nettelbeck es una directora alemana con una muy corta filmografía (bueno, ella es muy joven, démosle tiempo) y de la que, que yo sepa, en España sólo se ha estrenado esta pequeña delikatesse. De 2004 es Sergeant Pepper, “…una película para niños en la que narraba la amistad entre un niño de seis años y un perro.” (Wikipedia dixit,) y de 2009 Helen, que según parece “Se centra en Helen, una profesora de música y madre que sufre una fuerte depresión.” (Esta vez quien lo dice es La Higuera.net).
Puede que esta Bella Martha de 2000 sea una obrita menor, pero en todo caso es un juguete perfectamente ensamblado, una comedia-melodrama donde una cocinera deliciosamente neurótica y deliciosamente interpretada por una pletórica Martina Gedeck recita (susurra, más bien) recetas de cocina desde el diván de un psicoanalista que casi acabará necesitando él mismo unas buenas sesiones de psicoterapia. Martha trabaja en un pequeño pero refinado restaurante por cuya cocina deambula teresianamente la cámara de Sandra Nettelbeck, que si no encuentra a Dios entre los pucheros sí encuentra una galería de personajes tan creíbles como perfectamente dibujados con trazo firme pero ligero, sirviéndose  de apenas una frase, un gesto, una mirada, acercándose a ellos con el respeto, la ternura y esa pizca de ironía con que todo buen director trata a sus personajes. 
Y entre ellos se mueve Marta, siempre en tensión, sumida en su pequeño mundo de recetas y clientes puntillosos hasta que un inesperado accidente primero, y la aparición después de un cocinero italiano que amenaza, o eso cree ella, su hegemonía en la cocina del restaurante, vienen a romper la rutina. Un inesperado accidente que Sandra Nettelbeck nos cuenta con una maestría insuperable: la normalidad rota por una simple llamada de teléfono, el shock al recibir la noticia expresado con una mano que busca apoyo en la pared, el dolor en la silueta a contraluz de un cuerpo doblado por el llanto, la soledad frente a ese dolor, (Marta estará siempre sola en las secuencias que narran esos momentos), todo ello expresado con tal sencillez en las imágenes y sobriedad en los movimientos de la cámara que uno no sabe qué admirar más, si la sabiduría de Sandra Nettelbeck  como directora o como guionista. Porque ese es otro de los atractivos de la película: un primoroso guión que alterna comedia y drama en un perfecto encaje ejemplificado en la primera aparición del cocinero italiano que borda Sergio Castellito,  uno de los mejores actores italianos actuales, deudor de los mejores Totó, De Sica, Sordi o Gassman (cierto que con una clara tendencia al desparrame interpretativo que aquí controla perfectamente y con mano firme pero no rígida Sandra Nettelbeck : ese italiano visto por una alemana es quizá un punto demasiado… italiano.)  La historia discurre con una envidiable fluidez hasta el final feliz ma non tanto, punteada por hallazgos como la extraordinariamente erótica secuencia donde Mario, el cocinero italiano, da a aprobar varias salsas a Martha.  

No falta el aliño levemente picante de unas gotitas de melodrama que no enturbian el buen sabor del acabado (esas secuencias de la reconciliación entre Martha y la pequeña Lina con lágrimas y abrazos, o la despedida de ambas, en la mejor tradición del género…) Y queda la impresión de una gran dirección de actores y de un inmejorable dominio de la narración y de la dosificación de los tempos.
Quizá habría que reprochar a fräulein Nettelbeck que no haya sabido resistirse al uso (no excesivo, todo hay que decirlo) de los objetivos de focal variable, los llamados zoom, ese diabólico invento exportado por Hollywood al resto del mundo y convertido en vicio universal consistente en escamotear la mitad de la interpretación de un actor, desenfocándole alternativamente y que ha venido a sustituir al recurso del plano/contraplano clásico que ya casi nadie utiliza… (Una lástima, porque además es una doble falta de respeto: al actor al que se le roba parte de su trabajo y a mí, al que como espectador se me priva de decidir a qué actor quiero mirar.)
Y una anécdota final: en 2007, Scott Hicks  realizó Sin reservas un remake de esta película al estilo de Hollywood con Catherine Zeta-Jones interpretando a Martha.


Ficha:
Título original: Bella Martha (AKA Drei Sterne)
Año de producción: 2000
Duración: 107 min.            
País: Alemania
Director: Sandra Nettelbeck
Guión: Sandra Nettelbeck
Música: Keith Jarrett, Arvo Pärt, David Darling
Fotografía: Michael Bertl
Reparto:Martina Gedeck, Sergio Castellitto, 
               Maxime Foerste, Sibylle Canonica, 
               Katja Studt, August Zirner,
               Idil Ürner, Oliver Broumis, Ulrich Thomsen
Género:  Comedia. Drama

Mirando hacia atrás con hambre

Parece pertinente tener en esta bitácora una sección retrospectiva en la que tengan cabida las viejas y no tan viejas películas, esas que dejan un recuerdo especial y a las que siempre se vuelve, como se vuelve a los libros, a la música… a los amores perdidos, ay.  Y quizá bajo la influencia del sitio este, me parece muy adecuado llamarla Mirando hacia atrás con hambre.
Y para comenzar he pensando en esas películas en las que la gastronomía, si no es la protagonista, sí que al menos ocupa un espacio significativo en la historia. Por ejemplo esa cruel maravilla que es La gran comilona (La grande bouffe, 1973) probablemente la mejor película sobre comida y donde la gastronomía es algo más que una excusa y en la que Marco Ferreri pone imágenes a un superlativo atracón firmado por Rafael Azcona. O El festín de Babette (Babettes gæstebud, 1987) un delicado bocado de Gabriel Axel sobre un cuento de Isak Dinesen. O Satiricón (Fellini Satyricon, 1969) donde Fellini reinventa el banquete de Trimalción…  o esa otra golosina preparada por Sandra Nettelbeck, esa realmente Deliciosa Marta (Bella Martha, 2000) con guión de la propia Nettelbeck. De todas ellas y de alguna más hablaré aquí, aunque no traten de cocina ni gastronomía.

18 de octubre de 2011

Alcachofas al vino blanco con jamón

Comienza la temporada de la alcachofa, una planta entre cuyas virtudes destacan que es rica en fibra, que equilibra la presión sanguínea, que su alto contenido en potasio la hace muy diurética... Se la considera un buen depurativo y es uno de los alimentos más indicados para los diabéticos. Como además sabe muy rica vamos hoy a preparar una variante de las típicas alcachofas con jamón en la que vamos a cocerlas al vapor sustituyendo el agua por un vaso de vino blanco.
Pero antes unos consejos: compre siempre alcachofas bien compactas, firmes y con las hojas bien apretadas y brillantes, ya que las más tiernas son las que están cerradas y sus hojas muy apiñadas... Nunca tire el tallo, pélelo y hágalo al mismo tiempo que la alcachofa. Un truco para evitar que se oxiden y ennegrezcan consiste en introducirlas nada más limpiarlas en un recipiente con agua fría donde hayamos puesto unas ramitas de perejil. Conviene consumir la alcachofa recién adquirida, pero podemos prolongar su conservación sumergirendo sus tallos en agua, igual que haríamos con una flor.Y hablando de flores: la alcachofa es la flor a medio formar, no el fruto, de la alcachofera.


Ingredientes para cuatro personas:
Una docena de alcachofas.
2 vasos de vino blanco seco.
150 gramos de jamón ibérico en tacos.
Una cucharada de cebollino picado.
Dos o tres hojas de laurel.
Aceite de oliva.
Sal.  

Ponemos el vino en la olla con las hojas de laurel. Quitamos las hojas exteriores de las alcachofas hasta llegar al corazón, que partiremos en dos longitudinalmente, y quitamos los pelillos interiores. Cuando el vino rompa a hervir los ponemos en la cestilla y tapamos la olla. El tiempo de cocción varía entre quince y veinte minutos, dependiendo de la calidad de las alcachofas y de si usted las prefiere blanditas o al dente. Cuando estén, retiramos la olla del fuego y dejamos reposar unos minutos. Las colocamos en el plato junto con los tacos de jamón, poniendo por encima el cebollino y aderezándolas con un chorrito de buen aceite de oliva virgen y un pellizco de sal. 

16 de octubre de 2011

El árbol de la vida

Tras el habitual y largo paréntesis en su carrera, (seis años esta vez, desde El nuevo mundo, en 2005), genial para unos, insoportablemente pretencioso para otros, Terrence Malick ataca de nuevo. 
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Y esta vez lo hace utilizando la artillería pesada con una catarata de imágenes, un diluvio de símbolos, donde desde la elección de los motivos clásicos de la banda sonora, (El Requiem de Berlioz, la segunda sinfonía de Brahms, la primera de Mahler…) contrastando con el  minimalismo de la música original  de Alexander Desplat, todo parece ideado para apabullar al sufriente espectador. Ya desde la elección de la mínima anécdota en la que se basa el guión, las obsesiones malickianas llegan aquí al paroxismo: sobre todo en su pesimista visión de la maldad intrínseca del hombre (esa idea tan cara a los fundamentalistas del puritanismo cristiano del que Malick parece formar parte) enfrentada a la grandiosa belleza de la naturaleza. Para ello se sirve de una muy convencional anécdota: las problemáticas relaciones de un autoritario padre de familia con su esposa y sus hijos, rememoradas por uno de ellos a través de una serie de flashbacks que van de la América de los años 50 a la actual y que si contribuyen a hacer más compleja y descoyuntada una  narración que poco tiene que ver con el estilo lineal, en nada ayudan a enriquecerla, pues todo consiste en insistir de forma reiterada en secuencias de niños jugando, niños corriendo, niños comiendo… siempre con el temor reflejado en los rostros, secuencias que se van alternando con otras de la esposa acobardada, la esposa tratando de proteger a los niños… siempre con el temor reflejado en su rostro, mientras el personaje que va recordando se mueve en escenarios tan absurdos como aparentemente caprichosos.  
Y no es que eso, la falta de linealidad narrativa sea malo, claro que no, pero venir a estas alturas del curso y después de Buñuel o Godard sin ir más lejos, sentando cátedra de originalidad por ello resulta un tanto excesivo, diría yo. En lo formal, las imágenes rodadas muchas veces cámara en mano, hacen pensar que el director se ha adherido al movimiento Dogma 95 o quizá que está homenajeando al free cinema inglés, pero no. Basta fijarse un poco en el retorcido  preciosismo de las imágenes tan bellamente fotografiadas por Emmanuel Lubezki para desechar semejantes ideas. El abuso de los contraluces entre flotantes cortinas de gasa, los obsesivos primeros planos… todo lleva el signo de la personalidad de Malick. Por no hablar de ese desconcertante homenaje al National Geographic: cerca de veinte minutos de abrumadoras imágenes que van desde las galaxias a los dinosaurios pasando por las medusas o las espiroquetas con parada en la fumarolas y los lagos burbujeantes de Yellowstone, y que no se sabe muy bien a qué necesidad narrativa obedecen. En cuanto a la estructura de la película, Malick no se complica la vida y recurre a su viejo esquema de siempre. Todas sus películas se inician con una voz en off que, o nos cuenta lo que estamos viendo, o nos pone en antecedentes de algo teóricamente vital para la historia como ya hizo en Malas Tierras (Badlands) en 1973, su primera película, o nos advierte de lo que se avecina. Y El árbol de la vida no es la excepción aunque aquí Malick pica más alto y nos obsequia con una cita del Libro de Job en la voz del mismísimo Yahveh. (Por cierto, y comentario al margen: en la versión de la película doblada al castellano, esta voz en off  sobre las palabras impresas en la pantalla comete un error: la cita no es del versículo 38 del Libro de Job, sino del capítulo 38, versículos 4 a 7.) Y para que nada falte, también tenemos la violencia explícita, otra constante en su obra, a veces llevada hasta la truculencia como en algunas secuencias de La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998), y que aquí se concentra en la actitud de ese padre que aterroriza a su familia con su autoritarismo. Por lo demás, sigue jugando con los mismos símbolos que lleva usando desde hace 42 años: también El árbol de la vida comienza con una muerte como en  Malas Tierras (Badlands, 1973) y Días del cielo (Days of Heaven, 1978). Como en todas sus películas, también en esta está presente el fuego, ¿quizá como metáfora de la cristiana purificación a que ha de someterse el hombre? Sólo que aquí el fuego es un fuego cósmico, el fuego por antonomasia a la altura de las pretensiones del resto de los símbolos, reflejado en las explosiones volcánicas, solares y galácticas…
Hay otro problema en el cine de Terrence Malick, y es, desde mi punto de vista, la selección de los actores. Porque si es a través de sus personajes que Malick quiere expresar esa intrínseca maldad humana, debería convertirlos, dada su pretensión de trascendencia, en arquetipos a la manera, digamos shakespeariana. Pero mal lo tiene, aparte de por la vacuidad new age de sus guiones, con actores de la (escasa) talla interpretativa de los que elige. Pues de la misma forma que en Malas tierras Martin Sheen convierte a  Kit Carruthers en un descerebrado niñato más tonto que perverso, o que Richard Gere en Dias del cielo  parece más terrenalmente despistado que metafísicamente extraviado, en El árbol de la vida Brad Pitt da más la impresión de un cabezota con pocas neuronas que de un malvado pater familias mientras que Sean Penn por su parte está siempre más cabreado que traumatizado.
¿Y qué más? Pues poco más, quizá la idea de la redención humana por el perdón, si es que es eso lo que el final sugiere. Es decir, que poco de nuevo hay bajo el sombrero de este nuevo malick, y que es inevitable salir del cine con la impresión de que el genio está matando moscas a cañonazos, por seguir con la vistosa metáfora del principio de este comentario.
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Ficha:
Título original: The Tree of Life
Año de producción: 2011
Duración: 138 min.            
País: Estados Unidos
Director: Terrence Malick
Guión: Terrence Malick
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Reparto: Brad Pitt, Jessica Chastain,
              Hunter McCracken, Sean Penn,
              Laramie Eppler, Tye Sheridan,
              Fiona Shaw, Crystal Mantecon,
              Pell James, Joanna Going,
              Kari Matchett, Michael Showers

Premios: Cannes 2011, Palma de Oro 
               mejor película
Género:  Drama

15 de octubre de 2011

Rollitos de salmón ahumado rellenos de crema de aguacate

Hoy os invito a preparar una tapa muy original que acompañada de una ensalada puede servir también como entrante: unos rollitos de salmón ahumado rellenos de crema de aguacate. Tanto el salmón como el aguacate son ricos en vitaminas del grupo B y en ácidos grasos insaturados, así que aprovechemos sus muchas propiedades y disfrutemos de su rico sabor.   

Las cantidades variarán según vayamos a utilizarlos como entrante o como tapa. En el primer caso, y a título orientativo calcule tres o cuatro lonchas de salmón ahumado por persona y una cucharadita de crema de aguacate por rollito.

Ingredientes.
Salmón ahumado en lonchas
Un aguacate
Medio pepino no muy grande
Medio tomate no demasiado maduro
Hojas variadas para la ensalada
Dos o tres nueces
Aceite de oliva aromatizado con romero
Vinagre de manzana
Sal
Pimienta
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Para la crema de aguacate:
Pelar el pepino y el tomate, salar ligeramente y dejarlos unos diez minutos en un colador para que pierdan parte del agua. A continuación pelar y trocear el aguacate. Quitar la cáscara de las nueces y trocear ligeramente. Poner todos los ingredientes en la batidora y triturar hasta conseguir una pasta no demasiado cremosa. 
Si nos quedara demasiado líquida, agregar unos trozos más de aguacate y batir de nuevo. Añadir un buen chorro del aceite de oliva aromatizado con romero, pimienta al gusto y un poco de sal, (recuerde que el salmón ahumado suele llevar bastante) y remover bien a mano hasta conseguir emulsionar la mezcla. Rellenar con esta crema las lonchas de salmón ahumado y enrollarlas para dar forma al rollito.
Lavar y escurrir bien las hojas de ensalada, añadir unos dados de aguacate, tomate y pepino y aliñar con el mismo aceite al romero y un poco de vinagre de manzana. Colocar en los platos y servir.

13 de octubre de 2011

Crema de calabacín con aguacate

Aunque en su origen (francés, bien entendu: crème) la crema era una preparación usada por lo común como postre o acompañamiento de un postre, y por lo tanto de sabor dulce, lo cierto es que también se acostumbra a usar este término para lo que la RAE,  en la entrada correspondiente a esta palabra, define en su cuarta acepción como Sopa espesa. Y con este sentido se pueden encontrar multitud de preparaciones con los más diversos ingredientes vegetales o animales y mezclas de ambos para tratar de conseguir eso que a los adeptos de, y los adictos a, la nueva cocina tanto les pone: mezclar sabores, olores, texturas, colores… en fin esa orgía de los sentidos que parece ser la finalidad de los nuevos guisos, convertida la cocina en taller de arte más que en fábrica de alimentos. Y bien está que así sea, siempre que las mezclas no sean demasiado antitéticas y no nos dejemos impresionar por esa especie de retórica cuasi poética al nombrar los platos a la que tan aficionados son estos nuevos cocineros. (Un ejemplo ilustre: tempura de salicomia al azafrán con emulsión de ostra, original, claro está,  de San Ferran Adrià, patrono de todos los que, convertida la gastronomía en una rama del arte conceptual, pretenden ser alguien en el submundo de la cocina artística.)

Y puesto que de cremas hablamos, hoy vamos a preparar una crema de calabacín con aguacate, a la que esta fruta confiere una textura especialmente suave y cremosa, atemperada por el sabor del clavo y el vino. Al hacer las verduras al vapor resulta, además, más ligera al no llevar nada de la grasa que se le añade con el rehogado habitual.

Ingredientes para 4 personas.
3 calabacines medianos.
1 cebolla
2 puerros
1 patata mediana
1 aguacate maduro
100 cl de vino blanco seco
Sal
Dos o tres clavos de olor
Un par de hojas de laurel
Nuez moscada

Pelamos y troceamos la cebolla, la patata y los puerros, troceamos los calabacines  y lo hacemos todo al vapor durante quince o veinte minutos en una cazuela donde previamente habremos puesto las hojas de laurel en el agua. Mientras, pelamos el aguacate y le trituramos en la batidora junto con el vino hasta conseguir una textura cremosa. Reservamos. Machacamos bien en el mortero los clavos de olor. Cuando las verduras estén hechas las trituramos bien y pasamos el puré resultante por el chino o un colador fino. Llevamos al fuego sin dejar que hierva y añadimos el clavo y el aguacate removiendo bien para que se mezclen las dos cremas.  Salar, retirar del fuego y dejar reposar unos minutos para que se impregne del aroma del clavo. Servir espolvoreado con la nuez moscada y acompañado con unos dados de aguacate.

11 de octubre de 2011

Pina

La relación de Win Wenders con el mundo del espectáculo en vivo, con la música sobre todo, viene ya desde el inicio de su carrera como director (su primer largometraje, Verano en la ciudad de 1970, está dedicado al grupo The Kinks.) Ha dirigido también vídeos musicales como Night and Day con U2, grupo del que ha incluido canciones en algunas de su películas, como en Hasta el fin del mundo (1991), Tan lejos, tan cerca (1993)  o Llamando a las puertas del cielo (2005). En 1998 filmó Willie Nelson at Teatro, un corto con 10 canciones de Willie Nelson con la intervención entre otros de Emmylou Harris. Por no hablar de su más conocida obra en este género, Buena Vista Social Club, de 1999 o The Soul of a Men de 2005 protagonizada por Chris Thomas King, Keith B. Brown, y James Hughes, grandes intérpretes de blues.Y ya se habla de que junto con el director ruso Kirill Petrenko podrían encargarse de la puesta en escena de "El Anillo de los Nibelungos" en la edición de 2013 del prestigioso Festival de Bayreuth, en el que se celebra el 200 aniversario del nacimiento del compositor Richard Wagner... Así que no es de extrañar que acabara fijando su atención en la vida y la obra de uno de los personajes más carismáticos del mundo de la música en el teatro, la coreógrafa y bailarina Pina Bausch con la que además le unía una gran amistad.
Pese al título,  no es una película sobre Pina Bausch sino una antología de su coreografías (Café MüllerKontakthof, Le sacre du printemps o Volmont) punteadas por comentarios de los bailarines de su compañía. Y ya el propio Wenders avisa: no es una película sobre Pina Bausch, sino una película para Pina Bausch. Un homenaje, pues, y ahí está la primera pega que, desde el punto de vista de la concepción del guión se le puede poner a esta película: cae sin ningún pudor en la alabanza sin matices obviando posibles críticas y aspectos menos luminosos de su carácter (que me figuro que también los tendría...) Quizá por eso haya que mirar con un cierto escepticismo la inefable bondad del personaje, no dejarse llevar por el impacto emocional del buenismo que rezuma toda la obra, no dejarse deslumbrar por la palabrería de los vendedores de 3D y mirar la película como lo que es: una muy poco original manera de filmar el ballet, pese a las tan cacareadas tres dimensiones.
Wenders es uno de esos directores calificados (y clasificados) como muy personales por la crítica más pazguata y necesitada de estar no ya a la última sino a la próxima. En la práctica eso significa que Wenders es capaz de ir de lo sublime a lo grotesco con paradas intermedias en la mediocridad. Y esta es una de esas paradas. Porque Pina ni siquiera es una mala película, sólo es una adocenada muestra de todos los tópicos sobre la manera de filmar ballet y sobre lo que Pina Bausch entendía por teatro-danza (algo más cerca de la llamada expresión corporal, por ejemplo, que del baile). Y así, los árboles del panegírico casi no dejan ver el bosque de los errores en los que también cae Wenders cuando filma ballet: esa especie de síndrome del primer plano que le hace enseñarnos los rostros casi siempre tensos y contraídos por el esfuerzo, es decir, poco informativos de lo que el cuerpo está diciendo, verdadero protagonista, el cuerpo, del baile incluso (y yo diría que sobre todo) en la coreografías de Pina Bausch; uso y abuso de la grúa para mareo del espectador; uso y abuso de las angulaciones en diagonal que distorsionan la visión global del escenario e impiden hacerse una idea clara de lo que la coreografía quiere expresar, tomas parciales del cuerpo de baile que rompen la uniformidad de la escena... Claro que a veces en esa especie de ventana poblada por muñequitos estilo madelman, en la que el 3D convierte a la pantalla y a los actores-bailarines, aparecen imágenes de potente belleza; que Wenders de vez en cuando nos obsequia con un travelling de sabor clásico... pero poco más, como no sea el recorrido turístico en el monorail de Wuppertal... involuntaria metáfora, quizá, de la manera de mirar de Win Wenders: desde arriba. Lo cierto es que no he podido evitar salir del cine pensando que a quien Win Wenders homenajea en esta película es a sí mismo.
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Ficha:
Título original: Pina
Año de producción: 2011
Duración: 100 min.
País: Francia, Reino Unido, Alemania
Dirección: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders
Música: Varios autores
Fotografía: Hélène Louvart
Reparto: Regina Advento, Malou Airaudo, 
                Ruth Amarante, Pina Bausch,  
                Rainer Behr, Andrey Berezin,  
                Damiano Ottavio Bigi, 
                Bénédicte Billet, Ales Cucek, 
                Clementine Deluy
Premios:
Género: Documental, Musical


7 de octubre de 2011

Tortilla de patatas

Y empezamos con algo sencillo, para no asustar: una tortilla de patatas, también llamada tortilla española, uno de los inventos más extraordinarios del buen hacer culinario, de una sencilez que se acerca a la simplicidad Zen. Con sólo tres elementos tan (aparentemente) humildes como las patatas, las cebollas, y los huevos, más el lujo del aceite de oliva, se consiguen unos resultados en verdad susntuosos. Si usted sigue unos mínimos preceptos, sus comensales se chuparán los dedos, créame. 

Igual que sucede con todos los platos de origen popular, la tortilla de patatas tendrá tantas variantes comno seguidores, pero esta vez la vamos a hacer al estilo clásico: solo patatas, cebollas y aceite de oliva. Y una buena parte del éxito en su confección radica en freír las patatas lentamente: si usted las fríe en menos de 35 - 40 minutos... malo. Recuerde que haciéndolas a fuego lento se consigue no sólo que queden blanditas, sino que el aceite no se descomponga. Recuerde,  "...debe evitarse el sobrecalentamiento, es decir, no es bueno que el aceite de oliva caliente empiece a humear. Lo preferible es no sobrepasar durante la fritura la temperatura de 170º..." (El médico escéptico dixit.) Y hay que vigilarlas, cuidando que no se peguen. Han de quedar blandas pero no doradas.
También hemos de tener en cuenta que estamos haciendo una tortilla y no un ladrillo, por lo que ha de quedar jugosa, es decir que la relación huevos/patatas+cebolla conviene que se incline del lado de los huevos. Una última cosa: utilice una sartén de no más de 23 cm y suficientemente honda. Y ahora vamos a ello.

Ingredientes para cuatro personas:
 
Tres  huevos
Dos o tres patatas (según tamaño)
Una cebolla mediana
Aceite de oliva 
Sal

Pelar y lavar las patatas y las cebollas y cortar en rodajas no muy gruesas. Poner juntas a freir a fuego lento (recuerde, a fuego lento) con abundante aceite de oliva y cuando este ya esté caliente pero sin humear. Mientras, romper los huevos en un plato hondo, añadir  la sal y batirlos. Dejar reposar. Cuando las patatas estén, escurrirlas bien para que la tortilla no quede aceitosa. (Puede hacerlo poniéndolas en un colador grande sobre un cacharro para recoger el aceite). Mezclar patatas y cebolla con el huevo batido. Dejar reposar la mezcla unos minutos con el fin de que las patatas se impregnen bien de huevo, así quedará más jugosa. Quitar todo el aceite de la sartén excepto una cucharada o dos y calentar a fuego medio. Cuajar la mezcla hasta conseguir el punto deseado, procurando que quede bien dorada por ambos lados, y ya está: que aproveche.